17 Castellano

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Las plantas    Tio Pepe está destás de la casa injertando manzanos.  Con una navaja está labrando en la corteza para hacer  un injerto de escudo. Es raro que no lle prendan.  Tiene todo el terreno lleno de   frutales.  Al lado de la casa tiene dos higueras, y pegados a la parede tres limoneros que están así defendidos del aire frío del norte.  Las pereras también son delicadas y raro es el año que maduran todas: tienen en las ramas palos que les tiraron los rapaces para derribar algunas peras. Los cerezos se dan bien, lo mismo que los ciruelos; las cerezas empiezan a venir por junio y las hay que coger a mano, no como las prunas que bastan con sacudir el endrino para tener el suelo llenos de ellas.  Contra los muros de la huerta hay ciruelos japoneses con una carraca en la punta para espantar los pájaros.  Pero lo que mejor se da son los melocotones y las manzanas de tarde.  Aún delante de la casa hay dos plantas de la vid haciendo una parra que da una buena sombra en el verano.

No es solo de los frutales de  que tiene éxito tío Pepe. Mira mucho por los montes, en los que hay de todo.  En los trozos de monte cerrado, por medio de los matorrales de tojo, hai pineros, aunque de unos años para acá planta mucho eucalipto, procurando vender los robles, que tardan mucho en crecer y matan la cría nueva; no los deja sino en el bosque, donde están mezclados con abedules.  En los prados, por los lados, conserva fresnos para hacer ejes, y mimbreras para hacer cestos.

En la ribera, tiene un soto de castaños, que en el tiempo de las castañas, cuando empiezan los magostos, hay que vigilar. Por esto tío Pepe no corta los zarzales de los muros y procura llenar las entradas con ramas de avellano o sauces (cortados por el pie). No contento con esto, les echa encima un montón de zarzas o de tojos.

En la semana que viene tendrá que ir al monte, pues vendió un pinar e irán los cortadores con sus machetes y tronzadores a serrar todo el día.  Es buena madera; las partes del tronco serán casi todas ellas maderable de  apreciable grosor. y habrá muy poco puntal. De paso podará unas ramas de un laurel que le hace sombra al campo de un vecino.  La nuera, Rosario, ya le tiene encargado que traiga piñas para encender el fuego; él le dice que lo que hace falta son unas buenas astillas de roble seco, que arden como resina y sostienen el fuego.  O, mejor unos troncos.

Lelo opina que lo mejor es meter unas pocas bellotas en el unllar, que crezcan, y de allí para el fuego.

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Juan A. Thomas, Ph.D.

Juan A. Thomas, Ph.D.

Associate Professor of Spanish, Chairman of the Foreign Language Department
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