La salud Hoy vamos a asistir a alguna de las consultas del doctor Antón. Hay, hace unos días, algo de epidemia por la parroquia y los enfermos se amontonan en la sala de espera del consultorio. Veamos la conversa que tiene con la tía Rosa do Medio.
-¿Qué la trae entonces por aquí, tía Rosa?
-Levo ya un tiempo que me siento muy débil. Con una cosa de nada que coja quedo sin aliento.
-¿Y come bien?
-Pues hasta tengo medio aborrecida la comida.
-¿Y tiene dolores?
-Algo en la espalda y en la cadera. Pero eso no es lo peor. Lo que más me molesta es que duermo poco. Mitad de la noche la paso sin reposo dando vueltas al cuerpo y a la mente. Si no fuese porque iba a pensar que estoy loca le contaba mis cavilaciones.
-Igual que usted estuvo la tía Pepa do Roxo y ¿quien lo conoce hoy? Está como un boj. Me ha de tomar estas medicinas que le voy a dar e vuelva para la semana que viene.
La tía Rosa marchó para la casa y de paso compró en la botica los remedios que le había recetado el doctor. Según decían los prospectos, aquello curaba todo. Pero, como decía la tía Rosa: "Esos papelitos tienen cuenta de lo que les ponen". Ella al cabo mejoró al pouco de empezar a seguir el régimen.
Hoy, otro de los clientes del doctor es Pedriño do Redondo, un niño de catorce años que siempre fuei un poco delicado. Cualquier epidemia que se produce, por poco contagiosa que sea, lo coge a él en la primera. ¡Tan joven como es y lo que lleva sufrido!. Si no le acuden a tiempo ya llelo lame la toseferina a los dos años, tan grandísimos eran los ataques que le daban. Tambien le fue mal con el sarampión y con la viruela. Llegó hasta la consulta andando por su pie, pero vino con él el padre que es el que habla con el médico.
-A ver luego que le pasa a este muchacho.
-Se queja desde ayer que le duele algo la barriga y dice que siente presión en el pecho. Fiebre por lo de ahora no tiene. Pensamos que será debido al catarro que anda por ahí. Pasa la noche en una toz y tiene que hacer de cuerpo seis o siete veces al día. De tanto toser hasta le está saliendo una carraspera que le tiene tomada la voz.
-Ya. Este niño lo que tiene es un catarro que hay que cuidar mucho para que no acabe en algo grave. Tiene que tomar este jarabe que le voy a dar. Con él le pasarán esos ataques de toz y le irá aclarando la voz. Estos supositorios y estas inyecciones lle farán bien. El dolor de barriga es por las lombrices. Tiene que tomar estas pastillas que le receito, tres veces al día. Y que guarde cama por algún tiempo.
Pedriño y el padre se despiden del doctor y, con ellos, también nosotros. Allí queda don Antón luchando con la enfermedad. Ahora la gente va por un nada a él. Pero todavía de mi recuerdo se echaba mano por menos de nada de remedios caseros que hacían más mal que bien. Yo mismo tengo echado mondas de cebolla con aceite a los furúnculos para amolentarlos, tela de araña en las cortaduras, dado emplastos para las heridas de espinas, y ventosas para el reuma. En Vilanova queda todavía quien quema los orzuelos con pajas y quien cura las boqueras con lejía de ceniza, y quien levanta la paletilla con oraciones. Yo, por si acaso, no creo ni dejo.
Juan A. Thomas, Ph.D.
Juan A. Thomas, Ph.D.
Associate Professor of Spanish, Chairman of the Foreign Language Department
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